lunes, 10 de agosto de 2009

La casa de mi madre


La casa de mi madre tenía siempre los brazos abiertos para que nadie se sintiera fuera de lugar y en su regazo nunca faltaba hueco.

La casa de mi madre era pequeña, siempre con una sonrisa y un "que guapa te veo".

La casa de mi madre tenía un jardín que tenía árboles frutales, margaritas, pinos, habas y tomates... No recuerdo el momento en el que empezó a secarse....

La casa de mi madre era buena, siempre dando aunque no hubiera, siempre con cariño y sin esperar nada.

Lo más pequeño que recuerdo en su casa era su mirada, ojos pequeñitos que parecían dormir siempre, pero siempre despiertos velando por nosotros, sus huespedes.

Me gustaba la casa de mi madre, era como mi lugar, el sitio al que siempre podría volver en caso de que me fueran mal las cosas, siempre con los brazos abiertos....

La casa de mi madre empezo a derrumbarse pero ninguno nos dimos cuenta, empezó a desconcharse la pintura, a agrietarse la madera, a saltar las losas... Mi madre lo sabía pero no nos dimos cuenta hasta que ya fué tarde.

Mi madre abandonó su casa y lo último que me dejó fue un beso en el brazo, ... Nunca pensé que no la volvería a ver...

La casa de mi madre cerró sus puertas, sus brazos, sus ojos... Ya no hay árboles, porque se llevó la primavera, ni pájaros, ni abejas, ni "que guapa te veo", ni besos en el brazo, ni "ay hija mia!", ni llamadas que sólo querían saber que estaba bien, ni abrazos, ni nada....

La casa de mi madre se fué para siempre dejando un doloroso vacio en el pecho, la certidumbre de que ya no hay lugar al que poder regresar...